miércoles, 26 de marzo de 2008

El final de la política

En pocos lugares puede verse de forma tan evidente el divorcio entre poder público y política como en la Comunidad de Madrid, cuya forma de gobierno es más propia de una Corporación empresarial.

El matrimonio Poder Público-Política, que durante tantos siglos habitó la casa común del Estado-nación, se ha divorciado finalmente. Ahora el poder requerido para actuar con efectividad, del que disponía el Estado moderno, se ha ido desplazando hasta quedar finalmente acomodado en un espacio corporativo-empresarial globalizado e incontrolable políticamente. Es precisamente esta ausencia de control político lo que convierte a los nuevos poderes emancipados en fuentes inagotables de incertidumbre y riesgo popular.



La política, la capacidad de decidir direcciones conjuntas y establecer el propósito de las acciones de gobierno, al quedar despojada del poder ha perdido su razón de ser y ha emprendido un viaje de difícil retorno al reino del desprestigio, durante el cual, los gobernantes se van desentendiendo de la realidad cotidiana de las gentes y, apelando histriónicamente a la eficiencia, transfieren y externalizan las funciones que siempre habían asumido y les dotaban de legitimidad. Estas funciones, abandonadas por los gobernantes, quedan a merced de las caprichosas e impredecibles fuerzas del mercado, y al cuidado y discrecionalidad de la iniciativa privada. Es, en definitiva, el triunfo del individualismo feroz en detrimento de la comunidad y de su atributo más preciado: la solidaridad.
Madrid no es una Comunidad. Es una Corporación.