miércoles, 26 de marzo de 2008

El final de la política

En pocos lugares puede verse de forma tan evidente el divorcio entre poder público y política como en la Comunidad de Madrid, cuya forma de gobierno es más propia de una Corporación empresarial.

El matrimonio Poder Público-Política, que durante tantos siglos habitó la casa común del Estado-nación, se ha divorciado finalmente. Ahora el poder requerido para actuar con efectividad, del que disponía el Estado moderno, se ha ido desplazando hasta quedar finalmente acomodado en un espacio corporativo-empresarial globalizado e incontrolable políticamente. Es precisamente esta ausencia de control político lo que convierte a los nuevos poderes emancipados en fuentes inagotables de incertidumbre y riesgo popular.



La política, la capacidad de decidir direcciones conjuntas y establecer el propósito de las acciones de gobierno, al quedar despojada del poder ha perdido su razón de ser y ha emprendido un viaje de difícil retorno al reino del desprestigio, durante el cual, los gobernantes se van desentendiendo de la realidad cotidiana de las gentes y, apelando histriónicamente a la eficiencia, transfieren y externalizan las funciones que siempre habían asumido y les dotaban de legitimidad. Estas funciones, abandonadas por los gobernantes, quedan a merced de las caprichosas e impredecibles fuerzas del mercado, y al cuidado y discrecionalidad de la iniciativa privada. Es, en definitiva, el triunfo del individualismo feroz en detrimento de la comunidad y de su atributo más preciado: la solidaridad.
Madrid no es una Comunidad. Es una Corporación.

domingo, 23 de marzo de 2008

Semana Santa o la materialización de la histeria

Desde mi ateísmo y espiritualidad laica no deja de impactarme la gran parafernalia religiosa que, cada año por estas fechas, se adueña del espacio-tiempo público.

Todo se basa en la falsificación más grande jamás contada: la existencia física de Jesús, algo que, hasta la fecha, no ha podido ser verificado históricamente. No hay ningún documento de la época, ninguna prueba arqueológica o la más mínima evidencia contrastable de la existencia material de un hombre que mediara entre lo humano y lo divino. Pasando por el Santo Sepulcro, inventado por Santa Helena, la madre de Constantino, hasta la inconsistentes y vagas referencias de historiadores como Flavio Josefo, Suetonio o Tácito, no hay indicio de la existencia física de Jesús que resista una mínima evaluación racional.




Jesús es un constructo, una abstracción, una Idea que simboliza las energías colectivas contra la ocupación de Roma o la injusticia que nos rodea, manoseada incesantemente desde Pablo de Tarso hasta nuestros días, pasando por las manos de múltiples copistas cristianos, concilios, o designios imperiales, como el ya citado Constantino, en donde los cristianos pasan de ser perseguidos a ser perseguidores, saqueadores, torturadores, asesinos e incendiarios de bibliotecas.

Hoy, los dirigentes cristianos persisten, con las adaptaciones propias de los tiempos, en su papel de perseguidores, olvidando dolosamente la inconsistencia de su corpus doctrinal, ocultando a sus parroquianos la extraterritorialidad histórica de Jesús y anunciando, entre otras, que Cristo no contó con cuidados paliativos durante su muerte. Esta es la nueva buena del arzobispo emérito de Pamplona. ¡Como si el dolor o la agonía fueran atributos de los conceptos!
Todos los días, por mi profesión de médico, veo como los cristianos se rebelan contra la muerte y el dolor, desoyendo sermones como los del clérigo pamplonica y demostrando, y esto es lo más duro, las infinitas dudas de su fe que impregnaron todas sus vidas.